lunes, 21 de mayo de 2012

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Bueno, este es un pequeño relato que espero que disfrutéis. Es solo el borrador de la historia. Pienso convertirla en un corto durante el verano. Cuando esté listo lo pondré aquí para que veáis el resultado. Espero que os guste :) Disfrutadlo.



Miriam camina cabizbaja. No ha sido su mejor día. Hace calor. Demasiado calor. Siente que le sobra hasta la piel. Solo quiere llegar a casa, darse una buena ducha y sentarse tranquilamente a ver la TV. Nada demasiado trabajado. Más bien una estupidez.
La casa parece un horno. En la puerta se desviste, lentamente. Se acaricia los brazos con suavidad. El cuello, limpiando el sudor. Sacude la cabeza y se suelta el pelo. Se acerca a la mesa, coge un mando y pulsa el interruptor del aire acondicionado. Deja de nuevo el mando sobre la mesa y se dirige al baño. Entra en la ducha y abre el grifo. Se estremece bajo el agua fría, con los ojos cerrados, la cabeza sobre el brazo y el agua golpeando su espalda. Se gira, se aparta el pelo de la cara y traga saliva con fuerza. Se echa a llorar y se desliza hasta el suelo sin dejar de sollozar.
Cuando sale de la ducha y se viste, se prepara un sándwich ligero y se sienta frente al televisor. Lo enciende y pone el primer canal que encuentra. Lo mira sin mucho interés, masticando con tranquilidad. No ha comido ni la mitad cuando su móvil suena. Mira el bolso con el bocado todavía en la boca, se levanta y busca el aparato mientras sigue masticando. Mira quién es y su cara se contrae en una mueca de sorpresa y dolor. El teléfono resbala de su mano y cae al suelo. Se queda paralizada un momento y a su cabeza llega el recuerdo de las risas. Una pareja. Un beso robado. El dolor agudo en su pecho como un cuchillo clavado hasta la empuñadura.
Las nauseas le sobrevienen de repente. Se pone una mano en la boca y corre al baño para vomitar. Abraza el váter como si su vida dependiera de ello. Cuando termina se limpia la cara con manos temblorosas. Se deja caer contra la pared, sentada en el suelo y se acurruca sobre sí misma, abrazando su propio cuerpo. Cierra los ojos y se deja llevar.
Las imágenes la bombardean. Imágenes de él y su sonrisa tierna. De sus besos dulces. De su cigarro en los labios. Y la ve a ella. Ve los brazos que amaba rodeándola, haciéndole el amor.
Abre los ojos llorosos con una triste sonrisa. Se seca la cara y se levanta. Entra en su habitación, coge la pequeña caja que ha comprado esa tarde y comienza a guardar dentro todos sus recuerdos.  Hasta el último de ellos: las fotos, el anillo, las cartas de amor, aquella camiseta y su peluche favorito. Todo. Tan solo falta su corazón roto por dejar dentro.
Pone la caja a un lado y abre el armario. Escoge uno de sus conjuntos favoritos, se cambia, se pinta y, cuando está lista, sale de nuevo a la calle con la caja bajo el brazo.
Llega al puente y se detiene en el centro. Mira el agua moverse allá abajo, muchos metros por debajo de sus pies. Duda un momento más. Saca su móvil del bolso, lo apaga y lo mete en la caja. Ya conseguirá todos los números de nuevo más tarde. Después la alza y la arroja al agua. Sonríe cuando oye el chapoteo que supone su contacto con las pequeñas olas. La observa unos instantes más y se aleja lentamente, mucho más tranquila.
Es mucho mejor empezar de cero, se dice, que quedar atascada en el pasado.