lunes, 30 de mayo de 2011

Reflexiones...

Si alguien te pregunta alguna vez si has tenido un sueño tan grande como para dejarlo todo a un lado y en un primer momento dices que sí pero luego te lo piensas, es que estás en la misma situación que yo.
En la vida hay momentos de duda y momentos de decisión y de “no nos moverán”. Es difícil saber lo que se quiere en la vida, es muy complicado decidir por dónde quieres que vaya tu futuro, básicamente porque muchas veces no eres tú el que escoge. Soy de las que piensa que el destino existe, que estamos predeterminados: no tiene por qué ser una fuerza mayor, simplemente viene predicho por tu personalidad, por tus circunstancias en la vida, por la gente de tu entorno… Por lo que haces y dices cada día y sobre todo por aquello por lo te gusta. Aunque hay veces que el que te guste algo no es suficiente y cuando estás en ello te das cuenta de que, en el fondo, no es lo que te llena, al igual que puede haber algo que no pensaste que te atraería en la vida y sin embargo lo hace.
Es duro tomar decisiones, pero una vez que se toman no debes dar un paso atrás. Eso te desequilibra y corres el peligro de caerte. Pasa lo mismo si intentas avanzar demasiado de un golpe. Lo mejor es ir poco a poco, pero es perfectamente normal que te entren las ansias y quieras echar a correr. Cuando ansías algo con mucha fuerza sueles cometer la equivocación de querer alcanzarlo demasiado rápido: es comprensible e inevitable a no ser que tengas mucho autocontrol(no sé vosotros, pero no es mi caso, parece que estoy haciendo una carrera de velocidad xD).
El primer paso es descubrir lo que quieres hacer. Pero de verdad. Lo que te llena. Tu auténtica vocación. Todos tenemos una: no tiene por qué estar relacionada con un trabajo. A lo mejor tu vocación es, simplemente, estar con una persona y hacerla feliz. O hacer feliz a cientos de ellas. O lo que sea… Pero es importante buscar tu vocación y descubrirla porque es el primer paso hacia le felicidad. Contento puedes estar muchas veces. Puedes tener una buena racha. Pero ser feliz… Es mucho más complicado de alcanzar.
Lo malo viene cuando, estando completamente segur@s de lo que queremos, empezamos a tener dudas sobre ello: que si es una meta muy difícil de alcanzar, qué pasa si no soy lo suficientemente buen@, y si me quedo a medias, y si… y si… Esto es lo peor que puede pasar, pero pasa. Entonces tienes que tener la suficiente fuerza como para seguir adelante y arrasar con todo, sacando fuerzas de flaqueza o simplemente empujando las dudas a un lado y olvidándolas durante un rato. Esto segura que las dudas volverán, pero es la solución más fácil. Mientras puedas con ello, adelante.
Pero las peores dudas son las que te provocan otras personas, sobre todo por causas emocionales. ¿Qué haces cuando parece que vas a tener que dejar a tus seres queridos detrás? ¿Cómo escoger entre ambas cosas? Eso es algo a lo que todavía no he encontrado respuesta, lo siento mucho. Supongo que lo único que se puede hacer es tener paciencia, esperar y ver qué pasa, e intentar encajar las cosas del mejor modo posible, intentando que cuadren. Y el tiempo hablará… 

lunes, 16 de mayo de 2011

Conocidos, parte 1

El local estaba a rebosar. Los cuerpos se retorcían al ritmo de la música en una especie de danza de apareamiento. En seguida me sentí abrumada, pero compuse la mejor de mis medias sonrisas y me abrí paso a través de la pista, entre parejas y conversaciones de amigos. Más de uno me miraba y yo le devolvía la sonrisa con un contoneo de caderas. Me sentía guapa sobre mis nuevos tacones altos y con el corto vestido aguamarina. Destaca en una multitud vestida de negro.
Me acerqué a la barra y en seguida me abrieron un hueco. Coloqué mi bolso de mano en la encimera y pedí una copa. En seguida me la trajeron. Bebí con delicadeza y sentí que me observaban fijamente.
-Bonito vestido-dijo un hombre a mi lado. A penas lo oí en el ruido. Me volví y lo encaré. Llevaba una camisa blanca y unos pantalones de traje negros. La chaqueta descansaba a su lado y tenía la corbata medio desabrochada, con los dos primeros botones abiertos. Sus ojos eran los más bonitos que había visto jamás. Me atravesaron como una daga y mi corazón dio un vuelco. Noté que me sonrojaba, pero las luces de colores lo cubrieron. En vez de eso le sonreí, coqueta, y bebí un poco.
-Gracias. Tú tampoco estás nada mal.
- Alexander Robins-se presentó, cogiendo mi mano y besándola como un galán de película- ¿Cómo te llamas?
-Leah Sun. Encantada.
-El placer es todo mío. ¿Es la primera vez que viene?
-Lo cierto es que no.
-Yo tampoco había venido nunca. La verdad es que me agobian un poco estos sitios.
-Pues no lo parece en absoluto-reí. Bebimos y añadí-. Acabo de llegar a la ciudad, aún no conozco ningún sitio interesante. Este sitio no está mal, pero prefiero algo más tranquilo.
-Así que es usted nueva. ¿Por qué ha venido?
-Busco trabajo.
-¿En qué trabaja?
-Soy actriz.
-Yo también soy actor-me sonrió. Parecía un poco avergonzado. Ahora comprendía por qué todos lo miraban con bastante intensidad y de vez en cuando cuchicheaban.
-¡Eso es genial! ¿Estás trabajando en algo ahora?
-Sí, en una serie para la televisión.
-¡Qué bien! Ojalá yo tuviera algo en estos momentos, pero supongo que ya lo encontraré-sonreí, encogiéndome de hombros.
-Por supuesto que sí. Estoy seguro de que le irá muy bien en la ciudad. ¿Quiere otro Martini?
Miré mi vaso. Casi estaba vacío. Lo acabé de un trago y lo coloqué sobre la barra. Me lanzó una media sonrisa y pidió dos más. Brindamos y bebimos. Estaba segura de que mis ojos brillaban mucho más ahora.
-¿Puedo pedirle algo, señorita Sun?
-Nada de señorita Sun. Solo Leah. Y pida lo que quiera.
Se acercó a mi cara y me miró intensamente, con un brillo pícaro en la mirada.
-Baile conmigo.
Cómo negarme. Tomé su mano y nos deslizamos hasta la pista de baile. Nos movimos juntos, al unísono. No había conocido otro hombre que bailara igual en mi vida. Su mano reposaba en mi cintura y yo coloqué las mías sobre sus hombros. Me excitaba sentir su aliento en mi oído. Era tan… Sexy. Bailamos un buen rato hasta que sentí que estallaría si no me retiraba pronto de él. Estaba segura de que me abalanzaría sobre su boca si no paraba. Él pareció darse cuenta de mi respiración agitada y pude apreciar que él estaba igual. Entonces le sonreí ampliamente y me acerqué a su oído.
-Tengo que irme-casi chillé por encima del jaleo.
-Aún es pronto. ¿Vendrás mañana?
-Tan solo si quieres que venga.
Me volví y eché a andar hacia la salida. Una mano me agarró antes de que pudiera avanzar unos cuantos pasos. Volví la cabeza y vi que asentía con la suya, muy serio. Yo tiré con suavidad de mi muñeca y me marché, dejándolo en medio de la pista de baile con más ganas de mí.
Al menos hasta la próxima noche.