domingo, 3 de julio de 2011

Ésta es una de esas noches...

Hoy es una de esas noches en las que estás en tu habitación, sentada en la cama, con el ventilador quemándote los ojos y la lamparita encendida. Una de esas noches con la persiana bajada para que no entren los mosquitos o esos famosos “bichitos verdes” que tanto por culo dan cuando no son invitados. Una de esas noches sin límite de hora en la que te muerdes las uñas y te mueres de sueño y de preocupación.
Creo que estaba inspirada. Digo “creo” porque esto es lo primero que escribo. Tengo ganas de escribir, la excitación de mis dedos es frenética al rozar sensualmente las letras del teclado. Un deseo orgiástico de escribir, y digo orgiástico porque esta noche no tengo una pareja en concreto.  Esta noche no me decido por ninguna historia en particular. Tengo tantas en la cabeza, el corazón, la boca y los dedos que no soy capaz de decidirme por una en concreto. He ojeado vagamente un par de archivos, he modificado un par de palabras, pero no hay nada que me satisfaga. Hoy no habrá orgasmo silábico para mí.
Y puestos a no escribir nada en concreto, mejor escribir algo general. Una reflexión sobre nada en concreto, tan solo palabras hilvanadas con más o menos fortuna que alguien leerá si le apetece y relegadas a un blog y al tablón de una red social cualquiera. Patético, ¿no es cierto? ¿Qué ha sido de aquel triste y romántico deseo de cambiar el mundo? Tan solo agoniza en el fondo de la memoria de algún viejo loco… O de alguna nueva lunática que cree que puede llegar a tener algo de talento. Qué cojones, creo que lo tengo. Por una vez me niego a ser modesta. A la mierda los modales. Sí. Me gusta escribir y creo que no lo hago tan mal. Tengo cientos de ideas, millones de ellas, tantas que puedo regalarlas a puñados. Otra cosa es que alguien las quiera. Pero bueno, esa es otra cuestión. El caso es que a mí me importan. Y a quién le duela, que reviente.
¿Algo que me provoca dolor? La destrucción de las palabras. Vivo con el miedo constante a que mi ordenador muera de sobredosis y que me deje vacía y muda. Creo que moriría. Si no físicamente, al menos una gran parte de la poca cordura que me queda y que esto me ayuda a mantener.
Esto son solo ideas. Mariposas que he cazado con mi red rota y pinchado en un corcho barato. Pero bueno, cada uno tiene su precio.  

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