lunes, 12 de diciembre de 2011

Tonta enamorada 7

Cuando pude volver a respirar y me recuperé un poco intenté ponerme en pie. Lo conseguí al tercer intento porque las piernas me temblaban muchísimo. Mi padre aporreaba la puerta desde el pasillo, pero el pitido de mis oídos era tan intenso que apenas lo escuchaba. Me dejé caer sobre ésta respirando fuertemente, con grandes bocanadas. Quité el pestillo con torpeza y abrí. Mi padre intentó tocarme pero una nueva fuerza se apoderó de mí y conseguí zafarme de su abrazo.
-¿Qué ocurre, cariño? ¿Por qué te has puesto así? ¿Qué pasa?
Corrí escaleras abajo y empujé a aquella mujer en mi precipitación. Ella intentó sostenerme y al intentar que dejara de tocarme tropecé con los dos últimos escalones y me caí. Solo puse una rodilla en tierra, pero mi tobillo y mis manos se resintieron por el impacto. Me puse de pie por enésima vez en aquel último minuto y abrí la puerta de la calle con violencia. Ni siquiera me molesté en cerrarla. Corrí todo lo rápido que pude lo más lejos posible. Me dolía el pie, pero no era nada comparado con la presión que no liberaba mi pecho.
Mis pasos me llevaron hasta el parque que tan bien conocía. Me detuve en uno de los caminos entre los setos para recuperar el aliento. Necesitaba tranquilizarme o me daría un ataque de histeria. Mi cuerpo seguía temblando, esta vez por el esfuerzo realizado.
Caminé sin rumbo hasta llegar a nuestro banco. Y allí estaba Dan, sentado de espaldas e iluminado por una solitaria farola. Salí de la oscuridad y me acerqué al radio de luz. Lo vi volverse y supuse que estaba tan serio como yo, aunque no podía ver bien su rostro.
Verlo allí acabó por romperme del todo. Las lágrimas se liberaron y mi rabia con ellas.
-¡¿Lo sabías, verdad?! ¡Sabías que mi padre y tu...!-la voz se me quebró y gemí, llevándome las manos a la cara.
-Sí, los he visto esta noche. Tu padre fue a recoger a mi madre y los vi marcharse-me confirmó. Su voz sonó junto a mi y levanté la cabeza para mirarlo. Sus ojos también estaban rojos. Gemí de nuevo y dejé que me abrazara. Pero esta vez su presencia no me reconfortaba. Solo me hacía recordar que nuestros sentimientos estaban ahí, que de verdad existían. Y lo que necesitaba en esos momentos era olvidar, olvidar todo lo que nos unía. Deseaba no haberlo conocido jamás.
Él me llevó hasta el banco y me ayudó a sentarme. Yo no conseguía dejar de llorar. Él me tendió una botella y bebí sin saber lo que era. Por el ardor en mi garganta supuse que whiskey. O tal vez vodka.
Bebí y bebí hasta que el dolor de cabeza fue insoportable. Y continué bebiendo. Llegó un momento en el que dejé de pensar, de sentir...
Y cuando volví a tomar conciencia de mí misma y de mi cuerpo, estaba en la cama y volvía a sentir unas imperiosas ganas de vomitar.

Me llevé un par de días en cama. Mi padre me preguntaba todo el rato qué me pasaba y yo permanecía en silencio. No me levantaba a no ser que fuera al baño y casi no comí. Me limitaba a quedarme allí tirada, con los ojos cerrados y la persiana bajada. Supongo que simplemente esperaba que todo desapareciera, que el mundo se fuera a la mierda y yo con él, para así no tener que enfrentarme a mi truncada nueva vida.
Era lunes y el despertador sonó, avisándome de que debía ir a clase. Lo ignoré y me di la vuelta, tapándome hasta la coronilla. Mi padre ni siquiera hizo el ademán de venir a despertarme. Oí como se marchaba, pero aún permanecí un rato más allí, sin moverme.
Finalmente me decidí y me metí en el baño para darme una buena ducha. Realmente la necesitaba. Me planté desnuda frente al armario, con el pelo chorreando y me quedé más de diez minutos mirando la ropa que tenía. Finalmente me decidí y me puse mi mejor ropa interior, el vestido de fiesta más bonito que tenía y mis converse. Me sequé el pelo, me hice una coleta de caballo y me pinté como si fuera a la discoteca. Hasta me puse un poco de purpurina que encontré de un disfraz antiguo de Halloween.
Cuando estuve lista salí a la calle con Blacky. Fui al supermercado más cercano y compré un paquete de donuts, patatas fritas y una coca-cola. Por último, volví a casa y me senté en el escalón del porche a desayunar.
Al rato apareció Dan con su habitual chaqueta de cuero desgastada y sus vaqueros rotos. Parecía más decaído que de costumbre. Su sonrisa no era la misma. Se quedó mirándome desde fuera de la verja. Blacky ladraba y movía la cola a sus pies.
-Por fin has salido. Pensaba que nunca lo harías.
-Y no tenía intención. Simplemente hoy me encuentro un poco más magnánima. ¿Quieres patatas?
-Claro.
Abrió la puertecita y se agachó para acariciar a Blacky detrás de las orejas antes de sentarse a mi lado. Metió la mano en el paquete y sacó un puñado. Comió con lentitud.
Nos quedamos en silencio mucho rato. Finalmente él sacó un cigarro y lo encendió con un quedo suspiro.
-Bueno...-comenté en voz baja- ¿y ahora qué?
Nos miramos a los ojos un momento. El suficiente como para que yo le quitara el cigarro, le diera una rápida y corta calada y volviera a ponerlo en sus labios. Mis dedos rozaron su boca y quise besarlo desesperadamente, pero me contuve. Entonces volvimos a mirar al frente.
-Katy... Ya te he dicho que mi madre ha sufrido mucho por culpa del cabrón que me engendró y ahora que la veo... feliz...-lo vi sacudir la cabeza y me miró, desesperado-No puedo hacerle esto, ¿lo entiendes?
-Perfectamente-musité-. Siempre he visto a mi padre solo y el brillo en sus ojos el otro día...-enterré la cara en mis manos y negué con la cabeza- Yo tampoco puedo romper eso.
-Se lo merecen. Se merecen ser felices juntos. Estoy seguro de que tu padre es un buen tío y mi madre... Joder, ella es maravillosa.
-Eso significa que nosotros...
-Sé lo que significa para nosotros-me interrumpió, cortante.
Por primera vez desde que nos habíamos conocido, los escasos centímetros que nos separaban parecían una distancia insalvable. Él se levantó, tiró el cigarro al suelo y lo pisó con violencia.
Dio un par de pasos y se paró de nuevo, vacilante. Blacky se subió a sus piernas, pero él lo ignoró. Apenas pude oír las palabras que pronunció, pero consiguieron pararme el corazón durante un instante.
-Aquel día en el parque, el día que hablamos por primera vez... Llevaba meses viéndote allí. Meses enamorado de ti. Y te veía con ese gilipollas que no te merecía y pensaba: "si fuera mi novia yo sí que la haría la chica más feliz del mundo. Siempre sonreiría y sería una sonrisa de auténtica felicidad, no la que se ve obligada a poner cuando está con ese cerdo"... Cuando te veía sola quería hablar contigo, pero nunca me atrevía... Hasta que te vi aquel día. Te he querido desde el primer momento en el que te vi... Este tiempo ha sido el más feliz de mi vida y desearía poder cumplir mi promesa... En serio quiero hacerlo...
-Dan...-lo llamé, con la voz quebrada. Pero él sacudió la cabeza y salió corriendo.


Bueno chic@s, el final se acerca... Tan solo queda un capítulo más... Hasta el momento, un beso a todos ;)

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